Las fuerzas progresistas del planeta entero, especialmente desde disciplinas emparentadas con la economía, se encuentran desde el año anterior en una cruzada para la que, a juicio de algunos no se encontraban preparados, amén del rigor implacable con que el dogma neoliberal ha venido siendo aplicado desde hace unos 30 años y su efecto soporífero sobre sectores académicos y sociales, que parecían resignados a encontrar formulas que permitieran mejoras marginales y cosméticas a la gestión del sistema capitalista unipolar (esto sin embargo no es del todo cierto en regiones del mundo que han encontrado su propia vía de reformas más o menos estructurales hacia la superación de su condición de naciones oprimidas, como sucede en algunos países de Latinoamérica). Tal cruzada no es otra que la de entender en el fondo, si la crisis inmobiliario – bursátil – bancario – financiera que reventó en el corazón del capital hacia septiembre de 2008 es una incidencia mas de entre las más de 100 crisis regionales y mundiales registradas desde la de la oferta petrolera en los 70, o requiere mejor de un abordaje más profundo hacia la resignificacion de los problemas de la formación económico – social actual como el fracaso estruendoso del paradigma neoliberal monetarista pontificado desde el consenso de Washington al lomo de los “chicago boys” y las “terapias de choque” de las agencias multilaterales y expresa por tanto, la necesidad desesperada de un planteamiento económico alternativo solido y con sentido práctico en su lugar. Aunque esta última cuestión suele ser presentada como exclusiva de técnicos entendedores de la filigrana de la macroeconomía y las cuentas nacionales, es mientras escribo estas líneas, objeto en todo el orbe de un mismo debate de enorme interés público con diferentes dimensiones: el impacto de las tazas de intervención de los bancos centrales en los agentes económicos (familias, empresas, estados nacionales, inversionistas, etc.), la preocupación por el desempleo como mero guarismo o por sus impactos dramáticos en las condiciones de vida de cientos de millones de personas, el papel cada vez mayor de la intervención del estado en las economías, entre otros temas que pasan menos desapercibidos entre sectores crecientes de la población, cuya confianza en encopetados especialistas, inversionistas y funcionarios económicos que defraudaron al planeta se agoto, desembocando en la crisis más aguda, mas insoluble y más indignante en decenios, en medio de esquemas Ponzi de 50.000 millones de dólares, rescates masivos al sector financiero y productivo con cargo a los contribuyentes y otros expedientes impensables hace apenas un par de años. He tenido en tiempo reciente como miembro del Polo Democrático Alternativo la oportunidad de asistir a un espacio de socialización del estado actual de una propuesta de manejo económico para Colombia, construida por connotados profesores, especialistas y dirigentes sociales de izquierda, cuya aspiración es echar las “bases de una política económica para la productividad, el empleo y la distribución de ingreso” que debo decir, es una brisa fresca que moviliza tanto al optimismo sobre la existencia de esfuerzos serios y rigurosos para formular esa otra Colombia posible tan esquiva, como al trabajo intenso para desde los modestos esfuerzos que se puedan aportar, transformar esta iniciativa en la evidencia de que estamos preparados para ser gobierno y ser poder al servicio de las mayorías. Allí, tuve ocasión de conocer elementos claves de esta propuesta como la idea del empleo como articulador de la política económica y garantía por excelencia de acceso a derechos, la noción de la “ciudadanía social” para llegar con servicios básicos a la población, la ampliación de la perspectiva de la seguridad mas allá del plomo y el garrote para entrar en el terreno de la “seguridad humana”, entre otros elementos que abordare con posterioridad. Quedo con esto, convencido de que el propósito que señalaba de entender a ciencia cierta que significa y como se enfrenta esta agresiva crisis del sistema capitalista es más cercano y concreto de lo que no solo yo entendía, sino de lo que aun no alcanzan a dimensionar los ciudadanos sobre ese error que con una periodicidad cercana a los 10 años, nos llevan a abundar los centros de poder: el de deplorar la crisis en sí y algunas de sus consecuencias, para mantener inmodificables sus premisas, que llevan a su vez la simiente de todas las crisis por venir. El problema no es pues los errores cometidos, sino la vanidad de los poderosos y la candidez de las mayorías que los ratificamos y repetimos con regularidad matemática sin aprender nada de ellos.
Mis 50 pesos: el debate citado para el miércoles 14 de Junio en el concejo municipal de Pereira denominado “¿es eficaz el consejo?” es, por merito propio, la muestra de la única respuesta sensata a esta pregunta: no solo no es eficaz, sino que urge un mecanismo de control ciudadano a los miembros de la corporacion, valorando la calidad de su gestion (asistencia, calidad de los debates, proyectos de acuerdo propuestos, entre otras variables, replicando experiencias al respecto con antecedentes en el distrito capital.
No hay comentarios:
Publicar un comentario