Está demostrada la existencia de una
relación positiva entre la pertenencia a un sindicato y una mejor remuneración,
como lo explica Trujillo[1]
para el caso Colombiano, o en escala internacional, el impacto virtuoso de
mayores tasas de sindicalización sobre una distribución del ingreso más
equitativa -como lo exponen Maura y Mulas[2]-,
así como sobre una mayor riqueza nacional y desarrollo humano -de acuerdo a
Sergio Chaparro[3]-. Sin
embargo, persisten en Colombia factores estructurales que disuaden a los
trabajadores de incorporase a un sindicato -con el déficit democrático que además
esto lleva aparejado-, por lo que las tasas de sindicalización en el país se
mantienen entre las más bajas de Latinoamérica y de otras economías comparables
en el mundo.
La disminución de la tasa de
sindicalización es un fenómeno mundial, que ha afectado incluso a las economías
más desarrolladas como producto de la aplicación de medidas de inspiración neoliberal
desde los años 90 y el abordaje de las crisis económicas -especialmente en los
años 1999-2000 y 2007-2008- que concibe al factor trabajo como un
“amortiguador” sobre el cual se descarga el peso de las medidas de ajuste de
las economías. Si bien en los 90 se alcanzó un máximo histórico de afiliación a
sindicatos, este ha descendido sostenidamente hasta la actualidad, siendo
representativa la caída de 21% en 1999, a 16,7% hacia 2014[4]
en el promedio de los países pertenecientes a la OCDE, como porcentaje de
afiliación entre trabajadores ocupados. Sin embargo y como es bien conocido, el
caso de Colombia involucra otras variables para explicar el descenso que la
sindicalización registró en forma sostenida desde los años 80 hasta el año
2010: la persistente violencia antisindical y el efecto de la guerra sobre los
trabajadores, viejas y nuevas formas de persecución a los sindicatos por parte
de los empleadores y la pobre capacidad institucional del estado Colombiano
para ejercer vigilancia y control efectivo sobre las relaciones laborales y la
actividad de los empresarios. El primer censo sindical, realizado en Colombia
hacia 1980, mostro que de cada 100 trabajadores ocupados, 16 pertenecían a un
sindicato, mientras que para el año 1984, su número se redujo hasta 10 por cada
100 –según un segundo censo, realizado entre 1983 y 1984[5]-.
Desde 1990, la dinámica ha sido la siguiente:
Es así que si bien entre 2010 y 2015
puede observarse una mejora de al menos 20% en la membresía sindical -unos 171.000
nuevos afiliados-, concurrentemente han aumentado en forma sostenida el número
de nuevas organizaciones sindicales registradas ante Mintrabajo. Como se ha
expuesto ya, un número significativo de estas organizaciones –por encima de las
1000-, son sindicatos simulados que tienen el único propósito de capturar
recursos por vía del contrato sindical, pero otro tanto, expresan el resultado
de la acción combinada de la resonancia que ha tenido en el mundo la
persecución violenta a los sindicalistas Colombianos, algunas garantías
parciales asociadas a acuerdos paralelos a los TLC y la acción decidida de
trabajadores que después de varios intentos, pudieron constituir por primera
vez organizaciones sindicales en importantes empresas de casi todos los sectores
de la economía -especialmente el comercio y los servicios-.
Nivel actual
de sindicalización en Colombia
De los 22 millones, 367 mil trabajadores que
había en Colombia a diciembre de 2015 y de los 10 millones, 987 mil trabajadores
asalariados, apenas 1 millón, 2555 se encontraban afiliados a algún sindicato,
lo que implica una tasa de afiliación muy baja: 4.48% respecto a la población
ocupada y 9,12% respecto a la población ocupada asalariada. Se debe considerar
además la caída sostenida de las tasas de crecimiento de la afiliación a
sindicatos desde 2010, año en que el sindicalismo creció a una tasa del 6,8%,
mientras que para 2015 lo hacía a un ritmo del 1,21%.
La mayoría de estos nuevos sindicatos son de
gremio, el 48.4%, conformados en su mayor parte por trabajadores informales,
(principalmente trabajadores por cuenta propia del comercio informal) y por
asociaciones de campesinos pobres.
Esta tasa de sindicalización ha evolucionado muy
poco en los últimos años, aunque se haya incrementado el número de sindicatos.
En efecto, a partir de la decisión de la Corte Constitucional de declarar
ilegal la función que el Ministerio del Trabajo ejercía respecto de la
inscripción de los sindicatos en el registro sindical, y de declarar
inexequibles los artículos del CST que prohibían el paralelismo sindical, ahora
ya es posible crear cualquier sindicato y regístralo ante el Ministerio sin
mayores problemas legales, pues cualquier objeción sobre su legalidad debe
hacerse ahora ante los jueces. Por esta razón en los últimos años se han creado
por ejemplo más de 300 sindicatos en el sector de la salud para remplazar en su
función a las falsas cooperativas de trabajo asociado, que hacían
intermediación ilegal y que les fue prohibida por ley, y más de 200 en la
administración pública, estos últimos sin incrementar la afiliación pues se
trata de nuevos sindicatos que afilian a trabajadores que ya estaban
sindicalizados, muchos de los cuales presentan doble o múltiple afiliación.
Esta baja densidad sindical hace que la cobertura de la
negociación colectiva sea prácticamente inexistente en sectores como el
comercio, hoteles y restaurantes -0.8%-, servicios sociales, comunales y
personales -1.0%-, construcción -1.2%-, actividades inmobiliarias,
empresariales y alquiler -1.4%-, sector agropecuario -1.6%-, transporte, almacenamiento
y comunicaciones -1.7%-. Así mismo, en la industria manufacturera hayan más
pactos colectivos (352) que convenciones colectivas (231), sectores todos en
donde conformar sindicatos auténticos y autónomos encuentra una feroz oposición
por parte de los empleadores.
En este sentido, el Diálogos Social en Colombia es
imposible mientras no se cumplan las
condiciones que la OIT ha señalado para que de verdad sea una realidad y no
simple simulación: “la
existencia de organizaciones de trabajadores y de empleadores sólidas e
independientes, con la capacidad técnica y el acceso a la información
necesarios, la voluntad política y el compromiso de todas las partes
interesadas, el respeto de la libertad sindical y la negociación colectiva, y
un apoyo institucional adecuado”.[1]
La dispersión
sindical
La controversia sobre la
proliferación de organizaciones sindicales, aunque no tiene una interpretación
única, es igualmente rechazada institucionalmente tanto por los empleadores
como por las centrales sindicales, e incluso ha sido calificada como
“libertinaje sindical” por funcionarios del propio ministerio. El profesor
Jairo Villegas, expone el contraste en los siguientes términos:
“La negociación colectiva en el
sector público, da en resumen 2 años de negociación, 608 acuerdos colectivos en
una sola mesa y un solo acuerdo colectivo; en contraste, en el ámbito contractual
el panorama es catastrófico, un ritual suicida con un carnaval de fueros
sindicales, mesas de negociación, tribunales de arbitramento como negocio
redondo para dirigentes sindicales. Se ha reducido el número de sindicalizados
y se ha duplicado del número de aparatos sindicales. La tasa de sindicalización
da pena ajena (hasta 4,4), con cobertura del 2% de contratos colectivos, lo que
es prácticamente nada;… en un país que cultive la participación y el dialogo
social, donde las empresas y sindicatos tengan su protagonismo, hay que
racionalizar la negociación colectiva”[2].
Aunque no hay una explicación única
para este fenómeno, se deben considerar las diferentes versiones sobre el tema:
Ø De tipo jurisprudencial y
normativo: aborda el choque generado entre de un lado, el diseño original del
Código laboral Colombiano, pensado para la unidad de contratación y la
negociación colectiva por empresa y de otro las sentencias de la corte
constitucional que declararon inconstitucional la contratación única, el sindicato
más representativo -o “unicato”- y la consecuente legalidad de la coexistencia
de varios sindicatos en una firma o empresa. De acuerdo a académicos y asesores
jurídicos de los empleadores, esta inconsistencia ha dado lugar a la
proliferación sin control de organizaciones sindicales, que aprovechan las
garantías de creación y existencia pensadas para otra arquitectura de las
relaciones obrero – patronales.
Ø La búsqueda legitima de
protección: en Colombia sigue siendo una práctica extendida entre los empleadores
la persecución sindical, por lo que los trabajadores cuando prevén una
vulneración de derechos, hacen uso de su
derecho a conformar una organización sindical, que no tiene en numerosos casos
otro propósito que proteger con fueros a algunos de sus afiliados. Si bien esto
no es deseable porque los sindicatos tienen por propósito central la
transformación de relaciones laborales por vías como la negociación, el dialogo
y la movilización, es una realidad impuesta en muchos casos por la sistemática
violación a la libertad sindical que campea en el país.
Ø El abuso de la figura: para
los empleadores hay abuso del derecho tras la proliferación de organizaciones,
mientras que desde algunas expresiones del movimiento sindical se reconoce que
no todas las estructuras sindicales creadas en los últimos 15 años expresan una
determinación legitima de representar trabajadores y negociar colectivamente,
explicándose muchas veces el fenómeno en el deseo de unos pocos trabajadores
por mantener algunos fueros sindicales y unas mínimas garantías como permisos y
auxilios en organizaciones languidecientes y sin vocación de crecimiento
alguna.
Si como el caso Colombiano lo acredita, mas sindicatos no
implica necesariamente más afiliados, hay una importante deuda que los actores
del mundo del trabajo deben saldar para estimular la creación y consolidación
de sindicatos legítimos, con amplia representatividad y exentos de las prácticas
persecutorias que el común de los empleadores practica y el estado es incapaz
de controlar. Transformar la realidad de fraccionamiento sindical exige superar
la visión francamente atrasada de la gestión humana y las relaciones laborales
que es moneda corriente en nuestro medio, así como la transparentación de las
intenciones de los trabajadores a su interior hacia el fortalecimiento de
poderosas organizaciones sindicales preparadas para un nuevo escenario de
negociación multinivel.
Hacer
sustentable el crecimiento de la membresía sindical: el reto principal.
El crecimiento de la pertenencia a
sindicatos registrado en los últimos 5 años es un logro atribuible a la acción
sindical en diferentes escenarios y no una simple concesión del estado y los
empleadores[3]. Sin
embargo, si quisiéramos simplemente alcanzar los estándares de los países OCDE
de acuerdo a la determinación del actual gobierno de insertar a Colombia en
este grupo de economías más desarrolladas, tendríamos que afiliar de inmediato
y a verdaderos sindicatos autónomos, al menos a 2,77 millones de nuevos
trabajadores, además de los 1.002.555 ya existentes. A la actual tasa de
afiliación interanual[4]
y suponiendo que algunas tímidas garantías para la sindicalización generadas en
los últimos años persistan en el tiempo, tardaríamos 70,3 años en alcanzar los
actuales niveles de afiliación de los 35 países OCDE.
El retroceso mundial de las tasas de
afiliación parece estar tocando fondo en los últimos años, con ocasión de
formas de resistencia de alcance mundial a la aplicación de recetas de ajuste
que concentran su acción en afectar derechos de los trabajadores. Se propició
por esta vía el ambiente necesario para la conformación de redes sindicales y
luchas a través de empresas multinacionales y cadenas globales de valor, en las
que ya muchos sindicatos Colombianos tienen una importante presencia y que han
dinamizado campañas organizativas, formas de solidaridad con sindicatos en el
país y acciones de incidencia ante casas matrices de muchas compañías
nacionales y extranjeras para exigir el respeto por aspectos básicos de la
libertad sindical. Esta, es sin duda una fuerza que ha impulsado
significativamente las aun pequeñas variaciones positivas en la membresía sindical,
pero es insuficiente para cerrar la brecha de sindicalización mostrada.
Persiste en el país una cultura
empresarial de rechazo a los sindicatos y el conflicto armado golpeo
profundamente a las organizaciones de trabajadores, explicándose así su bajo
nivel de implantación social, lo que sumado a la descentralización de la negociación
colectiva, ha confinado a vastos sectores de la economía a bajos salarios y
precarias condiciones de empleo, en medio de la pobre capacidad institucional
del estado para ejercer control y vigilancia efectivos. Es decir, nos
enfrentamos a poderosas dificultades estructurales que mantienen en bajos
niveles la membresía sindical. Algunas fórmulas para hacer frente a estas
barreras a la sindicalización, involucran la transformación de la cultura
empresarial imperante basada en la rotulación de los sindicatos como enemigos,
la eliminación de la practica estatal de tratar los conflictos laborales como
incidentes de orden público, el ejercicio de medidas de control por parte de la
OIT al estado Colombiano para el cumplimiento de los convenios relacionados con
libertad sindical -especialmente en materia de injerencia indebida de los
empleadores en asuntos de los trabajadores, negociación y ejercicio de la
huelga-, y el desarrollo de un marco de negociación multinivel que desestimule
la creación de nuevas estructuras sindicales y propicie su convergencia en
poderosas organizaciones por rama de actividad.
Por último, para hacer sustentable el
crecimiento a escalas mayores de la afiliación a sindicatos como ejercicio de
la ciudadanía laboral y para el fortalecimiento de la democracia, se debe
entender el aumento de la afiliación a organizaciones legitimas de los
trabajadores como una llave para abrir la puerta de la reconstrucción del
movimiento sindical destruido por la guerra dando lugar a una política de
reparación colectiva orientada a fortalecer el musculo organizativo del
movimiento sindical. La paz es una ocasión privilegiada para contener la caída
sostenida de las tasas de crecimiento de la afiliación a sindicatos registrada
desde el 2010, considerando que mientras ese año se agregaron unos 57.000
nuevos trabajadores a organizaciones sindicales, en 2015 apenas lo hicieron
unos 11.970, lo que atestigua además el agotamiento de las precarias garantías
generadas por los acuerdos paralelos a los TLC y otras medidas, como mecanismo
para estimular la llegada de nuevos trabajadores a organizaciones sindicales.
[1]Programa regional para la promoción del dialogo y la cohesión social
en América Latina. Recuperado de http://dialogosocial.lim.ilo.org/?page_id=82
[2] Palabras del profesor Jairo Villegas en jornadas académicas sobre
tercerización y conflictividad laboral, coordinadas por la Universidad
Javeriana, 1 de diciembre de 2015.
[3] Acciones como la denuncia en el concierto internacional de la
violencia antisindical, la acción en escenarios como las conferencias anuales
de la OIT, la exigencia por acuerdos paralelos a los TLC para la protección de
derechos laborales y la libertad sindical y las campañas de afiliación
acometidas por las centrales sindicales.
[4] Esto es, con un crecimiento interanual promedio de 3,94% como fue el
registrado entre los años 2010 y 2015 de acuerdo al sistema CENSO SINDICAL de
la Escuela Nacional Sindical.
[1] TRUJILLO Suarez, José Daniel. “diferencias salarial entre
sindicalizados y no sindicalizados: un análisis para los sectores público y
privado”. Revista IB, Departamento Administrativo Nacional de Estadística DANE,
2013.
[2] MULAS-Granados Carlos, MAURA Francese “Functional income
distribution and its role in explaining inequality”. Informe para el Fondo
Monetario Internacional. 2015.
[3] CHAPARRO, Serigio. “Poder sindical, desigualdad y dignidad humana”.
Recuperado de http://www.dejusticia.org/#!/actividad/2645
[4] “Trade union density”, 2014. OECD
Stat. Recuperado de https://stats.oecd.org/Index.aspx?DataSetCode=UN_DEN
[5] Guataqui-Rodriguez-Garcia. “Determinantes estructurales de la sindicalización
en Colombia”, Universidad del Rosario, Facultad de economía. 2009.
No hay comentarios:
Publicar un comentario