Se han difundido recientemente
nuevas amenazas contra reconocidos liderazgos estudiantiles -y ahora
profesorales- pertenecientes a la comunidad académica de la UTP. Quienes
conocen de atrás el ambiente y las formas de intimidación usuales en este
claustro académico, saben que esta modalidad de terror es más bien inusual.
Hemos tenido en el pasado señalamientos públicos de autoridades académicas y
administrativas, opinadores locales llenos de saña contra la actividad política
desplegada por el movimiento estudiantil y profesoral e incluso persecuciones
de naturaleza académica y disciplinaria que han desembocado en el retiro de
docentes y la expulsión de estudiantes en medio de circunstancias vergonzosas, indicativas
del linchamiento público que el actual rector y su círculo más cercano le han
hecho a la democracia y la autonomía universitaria. Pero amenazas de muerte por
parte de grupos paramilitares, aunque se habían presentado en el pasado contra
el movimiento sindical y de derechos humanos de Pereira, eran desconocidas
dentro de los muros del alma mater.
El fenómeno de amenazas contra la
vida de algunos dirigentes y activistas universitarios, entre los cuales se
cuentan algunos que he conocido personalmente de hace años y por los cuales
creo se puede poner sin pensar las manos en el fuego, se da en un contexto de agudización
de las amenazas y las acciones violentas contra dirigentes sociales de diversos
orígenes en todo el territorio nacional. Esta andanada parece encajar en el
nuevo momento en que han entrado las pugnas al interior de los dueños del país,
particularmente entre el para-uribismo y el Santismo, donde el primero piensa
que incendiando el país valiéndose de su brazo
criminal, lograra inestabilizar el gobierno del segundo para quedarse
con los réditos políticos derivados de la profecía de autocumplimiento del “centro
democrático” sobre el deterioro de la seguridad y la entrega del país al “terrorismo”.
Ahora, su manifestación en el eje cafatero, tiene algunos signos que abren las
siguientes dudas razonables:
-
¿Quiénes son los sectores beneficiados del
reflujo político en que entra el movimiento universitario en Pereira con las
nombradas amenazas? ¿hace parte esta línea de conducta de una estrategia de
gobernabilidad universitaria recargada con amenazas de muerte?
-
¿Cuál es el verdadero origen de las amenazas?
¿se puede dar crédito a la versión más obvia, según la cual el grupo
paramilitar “águilas negras” es su autor?
Sea cual sea la respuesta a estos
interrogantes, el efecto es el esperado: desplazamiento forzado, rupturas
familiares, angustias e incertidumbres, interrupción de los procesos académicos
de los afectados y si, un ambiente de santa paz en el campus universitario,
purgado ahora de tanto "agitador sin oficio" que se la pasaba denunciando irregularidades
administrativas y atropellos académicos, en función de integrar a la comunidad
universitaria dentro de las sensibilidades sociales naturales en un país injusto
y urgido de cambios a fondo. Por supuesto que los viejos heroísmos según los
cuales “aquí estoy, vengan por mi sin son capaces” no caben hoy y lo primero es
resguardar la vida de los amenazados y sus familias, a lo cual valga decir no
ayuda la absurda negativa de la unidad nacional de protección a proporcionar
esquemas de seguridad a los afectados “porque no tienen personería jurídica” y
son unos simples estudiantes. Algunos malquerientes en su morbo, quisieran ver
correr sangre y otros más cautos, no esperan que no suceda por el martirologio
en que colocaría a estos dirigentes estudiantiles una acción contra sus vidas,
mientras que la institucionalidad de la universidad, apoya en forma apenas
perceptible con algunos recursos y alguno tímido comunicado emitido hace ya días.
Quiero hacer llegar mi saludo
entrañable a mis amigos Victor, Julian, Karen, Alexis, Yuli, entre otros de los
perseguidos de la UTP y sumarme a las voces que decimos con orgullo que hemos
aportado para que el ejercicio de la política desde una perspectiva de cambio
de las actuales estructuras de poder, sea lo suficientemente importante en
Pereira como para que algunos mandaderos del terror quieran silenciar con la
torpe cobardía de un par de panfletos electrónicos esta gesta imprescindible.
Pedir que los procesos judiciales para identificar y castigar a los creadores
de esta ley del miedo marchen con celeridad, siempre está de más en el país de
la impunidad, pero no obsta para que sea más clara que nunca la responsabilidad
absoluta que el estado Colombiano tiene sobre la vida e integridad de nuestros
compañeros y sus familias. La UTP tiene otro tanto de esta responsabilidad,
brindando las garantías para la continuidad de las actividades académicas de
los perseguidos y por una vez en los últimos 14 años, enfrentándose en forma enérgica
a las fuerzas de la ilegalidad que tanto se han enseñoreado del campus, antes
bajo la forma de las drogas y sus patrones, ahora detrás de las armas que
quieren ponerle una mortaja a la lucha política y académica, más antigua y
solemne esta que cualquier intimidación y cualquier delirio autoritario. La tradición
de lucha de nuestros estudiantes y profesores será en todo caso, superior al
espanto.
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