viernes, 5 de marzo de 2010
SOBRE UN “MAL HOLANDES” MUY PAISA
Han retornado en los últimos días versiones de prensa y supuestas preocupaciones de funcionarios del actual gobierno de Colombia acerca de que la economía nacional pudiera estar “contagiada” con un archiconocido síndrome -totalmente prevenible además- denominado la “enfermedad Holandesa”.
Tal condición se caracteriza por la destrucción de la industria nacional de exportación e incluso de producción de bienes destinados al mercado nacional por virtud de la entrada masiva de divisas a raíz de pagos por bienes exportados (por lo general recursos naturales de tipo extractivo o monocultivos) o de flujos de inversión extranjera, aunque sus causas pueden ser más variadas, como los estudios clásicos sobre el tema lo demuestran (véase por ejemplo Corden y Neary. 1982). La etiología y desarrollo del “cuadro clínico” que ofrece este mal es básicamente la siguiente: cuando una economía encuentra por ejemplo un rico yacimiento de un recurso natural (en el caso Holandés se trato del hallazgo de grandes bolsas de gas en el mar der norte hacia los años 60), y realiza las ventas en el exterior de este recurso, su pago se hace ordinariamente en divisa, a lo que el país exportador responde con una rápida nacionalización de estas moneda extranjera, generando un natural efecto de apreciación sobre la moneda local, que a su vez disminuye la competitividad de las exportaciones, destruyendo renglones enteros de la producción bien sea por que no pueden ofrecer precios atractivos de sus productos en el exterior -en el caso de los exportadores- o por la importación masiva de bienes producidos nacionalmente que se encuentran más económicos en el exterior por la variación del tipo de cambio, dejando sin clientes y quebrando la industria nacional. Claro está que a este panorama escapa la industria que dio origen al desaguisado (petrolera, carbonífera, gasífera, o como ocurrió en un periodo en nuestro país, el mismo monocultivo cafetero), creando una suerte de dependencia de la economía respecto de este producto y congelando las posibilidades de diversificación de la producción nacional.
Como se intuirá, se trata de una situación donde las bendiciones de la naturaleza terminan convertidas en una verdadera “maldición de los recursos” que postra el desarrollo de diversos renglones productivos y hace al país fuertemente dependiente, generando de paso graves daños en materia de atraso tecnológico y desempleo entre otras, es decir, es una situación de la que se supone, una conducción responsable y técnicamente acertada de la economía nacional debería huir, con la combinación de varias políticas: por ejemplo, en el frente cambiario, un fuerte control al ingreso de divisas y un sistema de ajustes automáticos a la tasa de cambio para mantener la competitividad, e incluso como algunos especialistas sugieren, el mantenimiento de una parte de las divisas producto de las ventas en el exterior en calidad de “ahorro externo”, sin nacionalizar precipitadamente todo el ingreso. Es decir, el libreto esta hecho en el mundo de la mas básica economía burguesa contemporánea para contener este tipo de fenómenos, a pesar de lo cual, una y otra vez, diferentes economías caen en la trampa que observaren como fenómeno por primera vez los economistas en Holanda hace casi 50 años, pero que explica otros tan antiguos como la sangría de la economía española entre los siglos XV y XVI por cuenta de la entrada de riquezas desde el nuevo mundo.
¿Cómo explicar entonces que las autoridades económicas del país hablen de que el fantasma del mal holandés rodea hoy a la producción nacional?
Pues no existe otra explicación que la aplicación genuflexa e irreflexiva del recetario neoliberal, que aun en la postcrisis del 2008, se supone debió entrar en desuso en su versión original del “Washington consensus”, pero que en Colombia sigue siendo el burdo catecismo para la gestión de la economía, agravado además con los efectos revaluacioncitas de uno de los “tres pilares” del régimen fascista de Álvaro Uribe Vélez, el de la “confianza inversionista”, que ha logrado verdaderas estampidas de capital extranjero hacia el país, con la garantía de que la mano dura de la seguridad democrática y la “estabilidad jurídica” harán al país un verdadero paraíso para los plumíferos rapaces del capital. Por tal motivo, no solo los cinco millones de Colombianos en el extranjero que envía remesas hacia el país deben “agradecerle” a Uribe que ahora sus envíos de dinero tengan menos poder de compra y compliquen la existencia de sus familiares que depende de este ingreso, sino que el disminuido sector productivo nacional deberá escribir en su historia que el gobierno de la casa de Nari, de los falsos positivos y la narco-para-política fue el que les diera el puntillazo final condenándolos a la quiebra y al infierno de la informalidad o a la mendicidad de familias en acción, ante la incapacidad premeditada de su gestión económica de mantener un marco propicio para la producción y el bienestar nacional y por el contrario, su apuesta a fondo por beneficiar a los más ricos del campo y la ciudad.
En conclusión, si el mal Holandés planea de nuevo sobre la economía Colombiana, y en esto que nadie se equivoque, es porque así lo han querido las paisificadas clases dominantes. Seamos pues irreductibles en afirmar: “QUE LA CRISIS LA PAGUEN LOS RICOS, PUES ELLOS LA GENERARON”
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Definitivamente soy un borrico cuando se trata de economia...y eso que ya me habias intentado explicar el mal holandes hace unos meses....
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