Una de
las capacidades más notables del sistema capitalista, es la de reciclarse, lo
que le ha permitido dar lugar a un sistema de estado profundamente estable,
introduciendo cuando es necesario ligeras variaciones. De formas de gobierno
que van de la monarquía constitucional, pasando por la típica configuración socialdemócrata
europea hasta la "democracia occidental" impuesta por la fuerza sobre
la noción de libertades del imperialismo estadounidense, la pervivencia de regímenes
basados en el derecho constitucional burgués y la "libre
concurrencia" son la nota predominante desde mediados del siglo XIX. El
reto ha estado siempre del otro lado de la mesa, por cuenta de quienes
sostienen que es posible y necesaria una sociedad diferente. Para algunos como expresión
del balance de las experiencias socialistas del siglo XX y para otros como
abierta negación de estas, de la emergencia de gobiernos -esto es, de sistemas de
gobierno, sin tocar el fondo de las relaciones entre el derecho y el estado burgués-
arribados al poder en Latinoamérica por vía electoral entre finales del siglo
pasado y comienzos del actual, surgió el confuso pero sonoro termino de
"socialismo del siglo XXI".
Ya en
2016, a esta forma tropical de socialismo vaciado de su contenido original, el
camino recorrido le hace el inventario y el mainstream de la opinión, lo da por
un verdadero muerto vivo, muy cercano a ser un completo difunto, enterrado pero
con algunos deudos aun. No nos proponemos analizar que salió mal en este experimento,
ni si logro alguno de sus propósitos fundacionales, sino más bien balancear las
posibilidades de que, como con todas las transformaciones sociales y
espirituales de los hombres, en lo viejo este medrando lo nuevo. Pero ¿qué es
lo nuevo, la alternativa para plantar cara al orden planetario del capital que
puede desprenderse de la reciente experiencia latinoamericana? Las pistas,
contrario a lo que se pudiera pensar, vienen ahora de fuera del continente, e
incluyen como rasgos sintomáticos, la maduración de proyectos alternativos creíbles
dentro de reputadas democracias occidentales: la jefatura partidaria de Jeremy
Corbyn sobre los laboristas ingleses, la fanaticada juvenil de Bernie Sandres
en EUA y porque no, el adocenado proyecto de la neoizquierda -o ¿no-izquierda?-
española derivada del llamado 15-M. El mensaje para leer entre líneas, es el
mismo en todas estas experiencias, y es que el socialismo, las vertientes que
tributan sus orígenes al marxismo y las formas maduras del comunismo, no
estaban eliminadas estratégicamente del mapa de posibilidades políticas y tenían
aun un lugar en la memoria y en la imaginería de millones de pobladores del
mundo, ya demasiado afectados por los horrores de la crisis como para buscar
salidas nuevas con fórmulas agotadas. En este punto no hay que confundirse: no
hay un renovado liderazgo marxista global en posicionamiento, pero sí millones
de personas que están logrando constituir un interesante sujeto político
colectivo, menos dispuesto a llevar la peor parte de la gestión de la crisis
sin interpelar a sus causantes.
Volviendo
al entorno regional, el agotamiento del ciclo "progresista"
electoral, trajo de palmos a los ciudadanos a la sentencia sencilla, según la
cual no se puede aspirar a instaurar una sociedad pensada para el bienestar
humano y la convivencia con el planeta, si no se tocan las estructuras de poder
y propiedad que fundamentan las tragedias del capitalismo, menos aun si los
recursos que originan la tímida política social Brasilera o Venezolana,
provienen de una pasajera bonanza de las materias primas, que a la sazón dejo
las cuentas fiscales en rojo y una gran resaca por no haber desarrollado políticas
serias de industrialización, sustitución y reivindicación profunda de las soberanías
nacionales con estos millonarios recursos. La versión baja en calorías de
socialismo que hizo algo de alboroto en el vecindario, llego rápidamente a su límite,
renovando paradójicamente las agendas de la derecha de siempre, que ahora se
muestra como la esperada renovación, para no seguir paseando con los
dinosaurios del socialismo Chavista. La pregunta natural, hecha desde sectores
sociales bien intencionados pero escépticos sobre sus posibilidades de acción
en la región -cosa de no poca importancia, pues esta es una herencia
interesante del ciclo "progresista", la de la construcción de
expresiones organizadas del movimiento social-, es ¿qué sigue? ¿es realmente
posible mantener altas banderas de proyectos alternativos ante la bancarrota
del progresismo latinoamericano del siglo XXI? Aventuremos, desde un sí rotundo
a estas preguntas, algunos escenarios en medio de los cuales como consecuencia
de la actual transición de vuelta a lo viejo en nuestro subcontinente,
probablemente naveguemos en los próximos años:
a)
Escenario de "reencauche" neoliberal.
Tal y
como parece estar pasando, se suceden en reemplazo de los gobiernos
alternativos, las mismas formaciones políticas que habían casi
ininterrumpidamente detentado el poder desde el origen de los órdenes
republicanos Latinoamericanos. Prevalidos del evidente fracaso de los
progresistas en la gestión de la crisis y la incapacidad para resolver
problemas básicos de la gestión económica y social de sus respectivos países,
las clases dominantes tradicionales se muestran como una salida, reconquistando
el poder por la misma vía que lo habían perdido: con votos. Es decir, los
neoliberales, que abrieron la caja de pandora de todos los males sociales en la
región, se muestran como salvadores y en medio del desencanto, la gente ¡les
cree!. El caso emblemático de esta tendencia es Mauricio Macri, que arrebata después
de 12 años ininterrumpidos, el poder a la casa "K", pero no es
descartable un efecto dominó: La derecha Venezolana, infinitamente torpe para
buscar por los votos o el golpe la retoma del poder, ha avanzado posiciones en
el parlamento, mientras los resultados electorales hacia una reforma
constitucional en Bolivia, cerraron la posibilidad de la reelección ad
infinitum de Morales. La revolución ciudadana de Correa aun parece
relativamente solida de momento, aunque el papel de la CONAIE en el desenmascaramiento
de su gobierno, le ha pasado factura. De fondo: la transición suave de Cuba, la
"dignidad de las américas" hacia una apacible economía de mercado con
cada vez menos dejos socialistas. El remozamiento de la derecha
latinoamericana, que esta vez no necesito la intervención militar directa de
potencias imperialistas, llega pues en forma relativamente amable, mas
apuntalada por los errores de la corriente progresista que por los propios méritos de los partidos tradicionales.
Como ya ha juzgado la historia en tantos ensayos similares, la gran tragedia de
los reformistas se repite: la de pretender cambiar el orden establecido aliados con los de
siempre y sometidos a sus reglas de juego.
b) Cambio
de la cultura política latinoamericana, con el progresismo en tránsito al ADN político
de la región.
Lo hecho
en los últimos años por los gobiernos alternativos en Latinoamérica, ha marcado
a todo el espectro político -incluso de la derecha- y de algún modo, ha
insertado temas de "justicia social" en la agenda permanente de los países
señalados. Por esto, aun cuando sea como un mero mecanismo para retomar el
poder con menos resistencia ciudadana, las clases dominantes tradicionales han
apropiado algunas de estas banderas y por supuesto, las expresiones aún
existentes del movimiento social surgido en los últimos años, las tienen como
propias y harán esfuerzos para mantenerlas. Valga eso si señalar como más
arriba se indica, que ni uno ni otro camino lograron -o lograran-,
transformaciones sustanciales con programas sociales que no descansan en
cambios en las relaciones de propiedad, reivindicación profunda de la soberanía
y endogenización de capacidades productivas de medio y alto valor agregado. Si
este escenario se concreta, transitaremos hacia la institucionalización de tímidas
reformas parciales periódicas, como una forma de apagar preventivamente el
previsible incendio social.
c)
Reflujo de luchas populares con síntesis de lo recorrido y revigorización de
las ideas socialistas.
Casi con
seguridad, llegado el límite de la gobernabilidad progresista, experimentaremos
en escala regional un retroceso con la llegada al poder de viejos lobos con
nuevas pieles. Siendo este ya un hecho en curso, pero reconociendo que hay ya
una masa crítica de reflexión académica, acción ciudadana, movilización y
experiencia electoral y de ejercicio del poder, los sectores de izquierda y
proyectos políticos mas caracterizados, tienen la responsabilidad de
reposicionar la idea del socialismo, revitalizándola con su contenido original
e integrando en forma creativa y abierta las características latinoamericanas
en que debe ser reivindicado e instaurado. Esta es una tarea de mediano - largo
plazo, donde hay que desembarazarnos de la idea de rápidos accesos al poder por
vía electoral, sin mayor profundidad programática y en una situación tal, donde
los compromisos impidan la posibilidad de concretar transformaciones realmente
interesantes. Ya las ideas corren, aunque más allá de lo deseable en versiones
deslactosadas, lo cual nos obliga a salir al sol para completar las bases de un
auténtico socialismo latinoamericano. El punto anticipable de llegada de un
buen trabajo en esta dirección, es el desmonte progresivo de la matriz
neoliberal que se instaló en la región, con estrategias seguramente simultaneas
de acción electoral, ciudadana y de defensa de la soberanía, que permitan un
acceso a espacios de poder sin los compromisos del pasado, con abanderados
elegidos para hacer lo que sus parientes lejanos de los neosocialismos temieron
hacer.
La situación
no está para artes adivinatorias, pero advertir los escenarios posibles y
disponer las energías necesarias es un ejercicio sano, ante la bancarrota del
siglo XXI. En el límite de la explotación y el saqueo, con la agudización de la
lucha entre potencias por apropiarse de la región pero con la luz de fondo del
cansancio de los pueblos, Latinoamérica puede y debe levantarse, una vez más,
para hacer frente en nuevas condiciones al reto de llenar el poder con el vigor de
una nueva sociedad, sin dogmatismos ya caducados, pero sin disfrazar las tramas
corruptas a lo Petrobras, la ineptitud y la cleptomanía de los herederos de Chávez
o el autoritarismo delirante de Correa, de lo que no son, es decir, de
socialismo.
Nota
de coyuntura: el linchamiento mediático y el evidente prejuzgamiento a que se
ha sometido a Luis Ignacio “Lula” Dasilva en días pasados, es injustificable y quizá
el expresidente no haya visto un peso de esta urdimbre corrupta. Sin embargo,
no debe dejar de inquietar que durante su gobierno y el de quien lo sucedió, se
ejecutó un millonario desvió de recursos de hasta por 8000 millones de dólares.
Algo va de lo uno a lo otro y con simples voces de “conspiración” y “golpe
suave” no se puede dirimir el asunto.