viernes, 2 de julio de 2010

EL CLIMAX “MAMERTO” DE LA AVENIDA SAN JUAN


Los que me conocen saben que hay un mundillo, una subcultura de la izquierda latinoamericana que siempre me ha generado repulsión: la cultura “mamerta”.

Y por ella, más que a todo individuo que reivindica la posibilidad de una sociedad diferente, una para los más sencillos -como lo señalan las derechas de todos los colores- yo entiendo a esas microtribus urbanas de la pequeña burguesía que deliran con sus mochilas raídas, boinas “ladeadas” y frases de cajón del diario del che, cuando al son de uno de sus himnos culteranos creen que están arreglando el mundo en una cafetería. Siempre me han parecido el lado esnob y estéril de las izquierdas, pues por regla general son prolijos en canciones y poemas de contenido progresista, pero son totalmente faltos de audacia para abordar a la hora del té, las grandes y pequeñas batallas de que se nutre la posibilidad del cambio. Se especializan además en un tipo de dialogo supuestamente profundo y lleno de datos y referencias, que son perfectamente incapaces de entender -los saben de memoria para pasar por listos- y mucho menos de practicar, aunque eso sí, son harto eficaces para que alguna(o) por ahí caiga muerta(o) de amor al escucharlos.

Pues bien, en un esfuerzo de infiltración y estoicismo, casi con el arrojo de un periodista de guerra, me involucre en el ritual colectivo de estos especímenes mas asistido y palpitante que ha visto el país en los últimos tiempos: el concierto de cierre de la primera jornada del congreso Iberoamericano de cultura de Medellín (1 al 3 de Julio de 2010), donde se presento el artista Cubano Silvio Rodríguez. Debo decir que no fue tarea fácil, ante todo por el riesgo de que algún conocido me señalara de “mamerto converso” al verme en las graderías del espectáculo, o más aun, el de pasar a un estado alterado de la conciencia ante la profusión de consumidores de sustancias que allí se encontraban. Sin embargo me arriesgue a asistir, y ya desde la distancia, apenas en la fila de ingreso al lugar del espectáculo -avenida San juan, a la altura de La Alpujarra- se distinguían por cientos estos pintorescos personajes, mezclados, debo decir, con una gama más variopinta de asistentes, desde “niñas bien” impecablemente arregladas, hasta el típico profesional ya con años encima, que en sus años de “tirapiedra” se extasió con las notas del mentado cantante. Como se trataba de un concierto gratuito, las filas eran interminables, momento aprovechado por nuestros pintorescos personajes para comentar que según una “fuente confiable”, Silvio venia a Colombia para organizar un foco -al parecer se trataba de una bombilla que requería de mantenimiento- o que Medellín seria la playa de desembarco de ese nuevo “Granma” que sería la tarima donde se presentaría el artista; todo en medio del consumo masivo de una bebida alcohólica de dudosas condiciones que aquí se toma por toneles -un tal disque “vino” de maracuyá que no es más que refresco en polvo saborizado con mucha agua y un volumen prácticamente despreciable de algún aguardiente non sancto- .Una vez adentro, nuestros héroes de la doxa pseudorevolucionaria comenzaron desde el primer minuto a pedir a canticos por su salvador -“oe, oe oe oe…silvio….silvio…”- y allí me lleve la quizás única sorpresa agradable de la noche, cuando el cantante y autor Uruguayo Jorge Drexler, abrió el concierto, pues debo reconocer que sus canciones, de interesante planteamiento musical, de contenido claro y socialmente sensible sin sobreactuaciones, fue un descubrimiento interesante para un paria de todas las artes como lo soy desde siempre. Eso sí, no le vi ni el color de la camisa a nuestro afamado cantante, pues a unos genios que organizaron el evento, les dio por poner cabinas y aparatos unos 30 metros al frente de la tarima, que no dejo ver nada en absoluto a los frustrados espectadores que como yo allí nos encontrábamos.

Aquí vino como de costumbre, la intervención de nuestra siempre amable fuerza pública, que a fuerza de golpes, insultos y gas pimienta, logro colmar los ánimos de quienes estábamos justo contra la barrera de acceso a la zona VIP del concierto -reservada para asistentes al congreso- y genero una situación de acceso a la fuerza por oleadas de quienes nos encontrábamos en la zona para pelagatos -o sea como es claro, donde yo estaba-. Allí, lo digo sin pudor, aproveche para de un salto, sortear la barrera y confundirme con el resto del público más prestante, a escasos metros de la tarima central. Luego, cerca de las 9 de la Noche y al cabo de una larga espera, emergió sobre el escenario el venerado músico Cubano, que de inmediato hizo entrar en trance a la masa mamerta asistente, quienes no en poco numero, comenzaron a berrear a moco tendido ante su sola presencia. Durante más de una Hora el señor Rodríguez toco algunas de sus canciones más representativas -lo sé por sus acordes que ya había escuchado en paros de estudiantes y bares de culto de la izquierda light de Pereira-, pero nada como el momento del cierre, cuando se dejo venir este señor con tres canciones de las mas archiconocidas, que generaron gritos, desmayos y aun mas sollozos de su alucinado público (“la masa sin cantera”, “ojala” y el unicornio azul”…hasta yo se me los nombres, ¡he sido alienado por la cultura mamerta!). Hacia eso de las 10:30 pm, todo había terminado y mi labor de corresponsalía autoinfringida en este gran clímax mamerto, concluyo con una frenética carrera hacia el metro para evitar una cola más en la trajinada noche.