viernes, 3 de junio de 2011
EL REACOMODO DE LA DERECHA MUNDIAL Y LAS ELECCIONES EN PERU
Nadie, luego de comisiones de la verdad, de las condenas al fascismo “a la Peruana” de los 90 en cabeza de su convicto jefe Alberto Fujimori y de toda la evidencia factual y testimonial alrededor de la dictadura Fujimorista, puede reivindicar este oscuro episodio de la historia latinoamericana a riesgo de constituirse en una opinión marginal o cuestionada. O al menos eso creíamos todos hasta hace poco más de un año, cuando la figura de Keiko Fujimori, hija del mentado genocida, emergió como una candidatura viable a la presidencia del Perú en las elecciones de 2011.
Quizá en Colombia, embrollados en nuestra propia vorágine de guerra y corrupción, nos parezca una cosa menor o anecdótica este hecho, pero lo cierto es que comparte mucho de su desarrollo con el surgimiento y posicionamiento de esa “nueva ola” de la ultraderecha mundial, que cabalga desde 2002 en Colombia y en los últimos 10 años viene tomándose Europa, siendo ejemplar el patético proceso electoral reciente en España donde la derecha española pesco en rio revuelto para hacerse con el poder territorial y autonómico, con el telón de fondo de la candorosa, pintoresca e inocua protesta de los “indignados” españoles. ¿Cómo llega entonces Perú a la actual posición, donde, cerradas en plaza pública las campañas, los contendientes de la segunda vuelta presidencial se confrontan más con marketing y ataques mutuos ante un electorado entre polarizado y escéptico? ¿Cómo a los peruanos, después de haber vivido en primera persona el régimen asesino y venal de Alberto Fujimori, les quedan ganas de votar por el mismo proyecto político diez años después?
La explicación, pasa por sopesar particularidades propiamente Peruanas (como la influencia de las plataformas mediáticas llamadas sínicamente “populares”, dedicadas a la superficialidad y el confesionalismo, que se aprovechan de una sociedad donde los más ricos prosperan en medio de profundísimas inequidades), campañas para despojar al pueblo Peruano de su memoria histórica, pues como afirmaba recientemente un asesor de campaña de la “casa” Fujimori, “nosotros matamos menos” y por supuesto, el extraño pero reiterativo bucle en que el mundo ha decidido en meterse de hace un tiempo, de premiar con el poder por vía electoral a los mismos quienes han preparado las condiciones estructurales para la miseria de las mayorías, nos han llevado a la locura de la “guerra preventiva” o han cohonestado con los hombres más ricos del planeta para llevarnos a una crisis económica que aun no termina y ha sido brutalmente descargada a los contribuyentes del orbe. Tampoco ha ayudado por supuesto la trayectoria del contendor de Keiko, que lleva años dando tumbos entre el desorientado e impreciso expediente del “socialismo del siglo XXI" y su promesa de no afectar los dogmas de mercado que han llevado al “milagro Peruano” reciente de crecimiento económico sostenido, al mando de otro neoderechista converso: Alan García. El señor Ollanta Humala, en las goteras del empate técnico con su enfrentada, es acusado por sus cercanías pasadas con el chavismo, pero es a su vez considerado el mal menor por una amplia capa de la intelectualidad y el mundo cultural Peruano. Huamala se muestracomo la alternativa electoral, ante la posibilidad de que la hija de Fujimori, exultante una vez electa, anuncie un indulto para su padre (que ella niega en los micrófonos pero que todos sabemos es su deseo manifiesto), en un país donde el voto es obligatorio y la aguda tensión política de los últimos meses ha llevado el resentimiento y la crispación publica a máximos históricos en el hermano país.
Lo cierto es que las fuerzas de la derecha mundial cabalgan con mucha fuerza en Latinoamérica, donde ha pasado a mejor vida la afirmación de que el viraje a la izquierda encabezado por el “núcleo duro” de los gobiernos alternativos (compuesto por Venezuela, Ecuador y Bolivia) era una tendencia irreversible, y hemos entrado en un nuevo ciclo donde luego de algunos años de expoliación, corrupción y genocidio, el electorado virara de nuevo hacia la derecha más moderada (hoy llamada divertidamente en el mundo como “centro”), hasta que una perspectiva de cambio vocacionalmente inspirada por propósitos de transformación radical de nuestras sociedades, llegue eventualmente a tomar la fuerza necesaria para salir de su marasmo.
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